A medida que los precios mundiales y los tipos de interés aumentan, presionando las finanzas de los países, éstos tienen dificultades para pagar los intereses que deben por todo el crédito que han contraído en los últimos años. Esto, a su vez, está afectando a su capacidad para mantener sus economías en funcionamiento -para alimentar a su población, para suministrar combustible, para contratar préstamos-, incluso mientras tratan de volver a equilibrar las cosas tras los golpes de la pandemia.
Consecuencias de presente y futuro
Las consecuencias actuales, a medida que la crisis de la deuda se acelera y una economía mundial ya frágil lucha contra las secuelas de la guerra en Ucrania, podrían extenderse mucho más allá de las fronteras de estas naciones concretas. El mundo se enfrenta a la posibilidad de una serie de colapsos que podrían desestabilizar la vida de millones de personas.
Un reciente análisis de Bloomberg Economics identificó 19 países que se encuentran en el extremo de esta lucha; los operadores de los mercados financieros ven una clara posibilidad de que estos países sean incapaces de hacer frente al pago de los intereses de sus deudas.
Eso, a su vez, podría obligar a acudir a instituciones como el Fondo Monetario Internacional para un rescate, algo a lo que las bolsas no son ajenas.
Algunos de los factores macroeconómicos que influyen en el panorama actual:
- Dependiendo del país, la deuda oscila entre decenas de millones y miles de millones, en el caso de España se sitúa ya cerca del 113% del PIB.
- Las ayudas financieras del FMI, por ejemplo, vienen acompañadas de condiciones estrictas que obligan a tomar decisiones políticamente impopulares de recorte del gasto público.
- Si no hay rescate, la economía de un país puede derrumbarse; si se obtiene un rescate, podría significar un dolor económico generalizado, ya que los gobiernos se ven obligados a recortar el gasto público para poner sus finanzas bajo control.
Los ingredientes de una crisis
Para entender cómo el mundo ha llegado a esta coyuntura potencialmente catastrófica, los expertos afirman que vale la pena remontarse a la crisis económica mundial de 2007-2008, que provocó una bajada de los tipos de interés en las principales economías, incluida la estadounidense.
Para los inversores comerciales, los bajos tipos de interés en Estados Unidos y Europa significaban que no tenía mucho sentido aparcar su capital en Occidente; en su lugar, buscaban inversiones en países de renta baja y media. Por ello, muchos países pidieron crédito, y emitieron bonos de alto interés que luego eran absorbidos por los inversores internacionales.
En definitiva, esto ocurre en un momento en que también se enfrentan a precios más altos de los alimentos y el combustible y sus economías tampoco se han recuperado de la pandemia.
